Siguiendo las Reglas del Juego de la Ciencia

Publicado en inglés en la revista Origins número 64 (2015)

Por James Gibson

Estrategias para fortalecer y potenciar las habilidades de investigación de los estudiantes de Ingeniería Ambiental.

Si la ciencia fuera un juego, ¿cuáles serían sus reglas? ¿Qué diferencia supondría para el desarrollo de la ciencia que jugásemos siguiendo o no dichas reglas? En este artículo voy a comentar cinco reglas que han sido propuestas por filósofos y científicos para el “juego” de la ciencia y sugeriré que esta perspectiva de la ciencia podría resultar útil cuando tratamos cuestiones relacionadas con la ciencia y la fe cristiana.

Esforzarse por obtener resultados estadísticamente significativos es una regla que se sigue con frecuencia en psicología[1], así como en otras ciencias en las que se comparan cuantitativamente dos o más muestras. Cuando decimos que los resultados de un proyecto de investigación son estadísticamente significativos queremos decir que sería muy poco probable obtener dichos resultados mediante selección aleatoria. Uno de los requisitos fundamentales para obtener resultados estadísticamente significativos es que el tamaño muestral sea suficientemente grande. Desafortunadamente, los tamaños muestrales de los estudios científicos son a menudo demasiado pequeños para justificar el grado de confianza que se reporta. Bakker y colaboradores revisaron una serie de estudios en psicología y encontraron que casi la mitad tenían problemas con el tamaño muestral u otros tipos de sesgo.[2] Un artículo anterior también había detectado una elevada proporción de afirmaciones poco fiables en otros tipos de estudios en los que se habían reportado resultados estadísticamente significativos.[3]

La simplicidad es otra regla del juego de la ciencia, según Kevin Kelly, filósofo de la Universidad Carnegie Mellon.[4] El llamado “principio de parsimonia”, comúnmente conocido como “la navaja de Ockham” desde que el filósofo inglés Guillermo de Ockham (fallecido en 1347) acuñara la idea, propone que la explicación más sencilla es probablemente la mejor. Esta regla no pretende ser absoluta pero es útil para evitar la tentación de proponer teorías cada vez más complejas en un esfuerzo por protegerlas de ser falsificadas.

Otra regla que se ha propuesto es el uso de hipótesis múltiples. Un famoso defensor de esta regla, particularmente en el estudio de los fósiles humanos, fue Sherwood Washburn,[5] el antropólogo físico estadounidense más importante del siglo XX según la Asociación Americana de Antropólogos Físicos. Washburn lamentaba la tendencia de los científicos a defender sus propias teorías sobre la evolución humana y sugirió que el hecho de considerar y comparar múltiples hipótesis podría liberar a los investigadores de la relación de apego irracional con sus propios descubrimientos e hipótesis. En esta propuesta, Washburn reflejaba las ideas del geólogo TC Chamberlin, quien hizo una sugerencia similar 85 años antes.[6] La tentación de invocar la ciencia como autoridad para reforzar las propias opiniones sigue vigente hoy, como puede verse en la publicidad que sigue a cada nuevo descubrimiento de homínidos fósiles. Una vez asistí a una charla sobre evolución en la que un profesor afirmó que cada nuevo descubrimiento de fósiles de homínidos parece resultar en una reestructuración completa del árbol evolutivo de los homínidos.[7] La idea fue recibida con cierta desaprobación, pero el profesor estaba en lo cierto, con frecuencia las afirmaciones que acompañan a los nuevos descubrimientos obligan a reestructurar el presunto árbol evolutivo humano.

Richard Dickerson, biólogo molecular de Los Ángeles, afirma que una regla que define la ciencia es:“Veamos hasta qué punto y en qué medida podemos explicar el comportamiento del universo físico y material en términos puramente físicos y materiales, sin invocar lo sobrenatural”.[8] Este enfoque se conoce como naturalismo metodológico. Dickerson argumenta que las explicaciones que incluyen acciones de Dios podrían ser ciertas, pero no pueden ser consideradas explicaciones científicas. Según esta regla, y a pesar de las ampliamente difundidas afirmaciones del cientificismo, la ciencia es ciertamente un juego de alcance limitado que no puede estudiar ni comprender todos los aspectos de la realidad.

La última regla del juego de la ciencia es la aceptación de que todas las conclusiones científicas son preliminares. Karl Popper, el famoso filósofo de la ciencia, escribió: “El juego de la ciencia es por definición, infinito. Todo aquel que un día decide que las declaraciones científicas no requieren ninguna prueba más, y que se pueden considerar absolutamente verificadas, abandona el juego.”[9] Esta regla afirma claramente que la ciencia no puede proporcionar conclusiones finales. Siempre existe la posibilidad de que nuevos descubrimientos revoquen el consenso científico vigente, por lo que conviene seguir investigando. Esta verdad, admitida por casi todo el mundo, rara vez se pone en práctica cuando se trata de las ideas propias.


¿Qué hacemos los creacionistas con estas cinco reglas[10] del juego de la ciencia (esforzarse por obtener resultados estadísticamente significativos; buscar relevancia estadística; dar prioridad a la explicación más simple; considerar múltiples hipótesis; restringir las explicaciones a mecanismos físicos sin recurrir a la actividad divina, y no considerar las conclusiones científicas como definitivas)?


La necesidad de ser cuidadoso con el uso de los tests estadísticos es un punto en el que todos estamos de acuerdo. De hecho, los aspectos relacionados con la recolección y el análisis de datos deben realizarse con sumo cuidado y precisión. La integridad de la ciencia depende de ello, y aunque se dan casos ocasionales de manipulación de datos y fraude científico, estas prácticas deplorables son rechazadas y lamentadas por todos los científicos serios, independientemente de su cosmovisión.

La regla de dar prioridad a las respuestas simples puede ser un buen punto de partida, y conviene ser cautos cuando se insiste en proteger una hipótesis de datos aparentemente contrarios a la misma, pero es importante no quedar atrapados en las garras de la parsimonia. La explicación más simple no siempre es la mejor. Las conclusiones elaboradas únicamente en base a la parsimonia deben ser valoradas con cautela. Por ejemplo, las filogenias evolutivas suelen ser elegidas entre múltiples posibilidades utilizando el principio de parsimonia, pero eso no garantiza su veracidad.

El uso de múltiples hipótesis es una buena regla de investigación, especialmente cuando se abordan cuestiones históricas.[11] La comprobación experimental de las hipótesis es una práctica habitual de la ciencia que sirve para evaluar el nivel de veracidad de las mismas y por lo tanto su utilidad para posteriores investigaciones. Sin embargo, puede ocurrir que hipótesis que han sido rechazadas en el pasado recuperen su validez cuando se disponga de más datos, por lo que al explorar un problema puede resultar útil incluir entre las hipótesis múltiples todas las posibilidades, incluyendo alguna que se considere refutada en la actualidad.

La regla del naturalismo metodológico es problemática. El naturalismo metodológico podría considerarse en conflicto con la regla de utilizar múltiples hipótesis porque excluye un tipo de hipótesis simplemente en base a cuestiones filosóficas (decide de antemano, sin considerar los datos, que las hipótesis que incluyen elementos sobrenaturales no pueden ser ni siquiera tenidas en cuenta). Esta no parece una buena metodología para el avance del conocimiento.

Incluso si el naturalismo metodológico se define como una simple hipótesis de trabajo que no necesariamente se corresponde con la realidad, esto implica que hay muchas cuestiones que la ciencia no está diseñada para abordar porque dichas cuestiones parecen claramente implicar algún tipo de actividad sobrenatural.

Muchos cristianos sostienen que la ciencia ha sufrido demasiado a manos del naturalismo metodológico. Este tipo de afirmaciones puede surgir del hecho de que en ciencia el naturalismo metodológico se ha convertido en un naturalismo filosófico que en el mejor de los casos niega la influencia de cualquier agente sobrenatural en el mundo, y en el peor niega rotundamente su existencia. Las abundantes evidencias de diseño inteligente[12]en la naturaleza cuestionan que el naturalismo metodológico sea un enfoque apropiado para el estudio científico de la misma y esa puede ser una de las razones por la que muchos científicos materialistas se oponen al diseño inteligente con un fervor casi religioso. Resulta sorprendente que muchos científicos que afirman creer en Dios afirmen igualmente que no existen evidencias de diseño inteligente en la naturaleza.

Los problemas que observamos con respecto al naturalismo metodológico validan la regla de que nunca debemos tomar una respuesta científica como definitiva. En ciencia, incluso las conclusiones procedentes de estudios experimentales pueden estar sujetas a controversia e incertidumbre. En los estudios que abordan cuestiones históricas esto sucede en mayor medida, por lo que sus conclusiones deberían tomarse con gran cautela. Podemos afirmar que, a menos que Dios actuara de una manera desconocida para nosotros, una explicación particular basada en nuestro conocimiento de los procesos naturales es lo mejor que tenemos en este momento. Pero las Escrituras pueden servir para identificar eventos en los cuales Dios pudo actuar de un modo sin paralelo en la actualidad. En esos casos la regla de las hipótesis múltiples debería prevalecer sobre la regla del naturalismo metodológico.

Quizás los científicos creacionistas podamos ser un ejemplo en el uso sabio de las reglas del juego de la ciencia. Para ello debemos estudiar las cuestiones relacionadas con las ciencias históricas proponiendo múltiples hipótesis contrapuestas y evaluando la plausibilidad de cada una de ellas. Este enfoque ayudará al público a pensar en términos de múltiples hipótesis en lugar de aceptar el consenso científico actual sin cuestionarlo. Debemos incluir la posibilidad de acción divina entre nuestras hipótesis, especialmente cuando la Biblia afirma que Dios actuó en un evento específico. Naturalmente, debemos atribuir las ideas creacionistas a la fuente apropiada, que puede ser la Biblia, la ciencia o ambas. También debemos ser cuidadosos en el uso y el análisis de datos.

Un punto importante que los creacionistas debemos también recordar es el carácter temporal de las conclusiones científicas. Es natural que intentemos verificar nuestras ideas apelando a la supuesta autoridad de la ciencia, pero esto implica un riesgo importante. Como hemos comentado anteriormente la ciencia realiza constantemente nuevos descubrimientos, algunos de los cuales invalidan ideas previamente establecidas. Cuando usamos conclusiones científicas para probar la veracidad de la Biblia corremos el riesgo de que el “hecho” que utilizamos como prueba sea refutado en el futuro, dejando a los observadores con la impresión de que la refutación del “hecho” científico refuta asimismo el punto bíblico asociado al mismo. Es fundamental confiar en la Biblia por encima e independientemente del progreso de la ciencia. Los creyentes hacemos bien en investigar la naturaleza y relacionar los descubrimientos científicos con el registro bíblico, pero es importante tener claro que la Biblia debe ser el estándar por el que se valoren todas las ideas, incluyendo las afirmaciones de los científicos.

Ver la ciencia como un juego en lugar de como una autoridad incuestionable puede beneficiarnos cuando nos enfrentamos a los desafíos que la ciencia materialista plantea a la fe cristiana. Este enfoque nos puede ayudar a resistir la influencia del cientificismo – la idea de que la ciencia es la única fuente de conocimiento real – y a entender por qué no debemos aceptar ciegamente la última moda científica o el descubrimiento más reciente, o tratar de usarlos para confirmar o negar las enseñanzas de las Escrituras. El resultado de entender la ciencia como un juego humano cambiante, de reglas consensuadas que no siempre son válidas, debería ser que nos resulte menos intimidante vivir con preguntas sin resolver y que estemos más dispuestos a vivir vidas de fe.


REFERENCIAS

[1] Bakker M, van Dijk A, Wicherts JM. 2012. The rules of the game called psychological science. Perspectives on Psychological Science 7(6):543554.

[2] Ibid.

[3] Ioannidis JPA. 2005. Why most published research findings are false. PLoS Medicine 2: 124; doi:10.1371/ journal.pmed.0020124

[4] Kelly DT. 2007. Simplicity, truth and the unending game of science. In Bold S, Lowe B, Rasch T, van Benthem J (eds), p 223270. Foundations of the Formal Science. V. Infinite Games. Carnegie Mellon University Research Showcase@ CMU

[5] Washburn SL. 1974. Human evolution: science or game? Yearbook of Physical Anthropology 1973. Yearbook Series 17:6770.

[6] Chamberlin TC. 1965. The method of multiple working hypotheses. Science 148:754759 (reimpresión de un artículo publicado por primera vez en Science 15 (7 February 1890):9296.)

[7] Congreso de la Sociedad Paleontológica (Paleontological Society) en Denver en Octubre de 1999, donde ser discutió la controversia evolución-creación.

[8] Dickerson RE. 1992. The game of science: Reflections after arguing with some rather overwrought people. Perspectives on Science and Christian Faith 44:137138.

[9] Popper K. 1934, 1959. The Logic of Scientific Discovery, ch 2 Section X Methodological Rules as Conventions. Oxford: Routledge.

[10] Se podrían añadir otras “reglas" pero estas cinco han sido propuestas específicamente considerando la ciencia como un “juego”.

[11] Ver por ejemplo Meyer SC. 2009. Signature in the Cell. New York: HarperCollins, p 324-348.

[12]The Discovery Institute, situado en Seattle, WA, ha publicado numerosos libros sobre diseño inteligente.

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