Sobre Ida... y Vuelta

Darwinius masillae, ¿un nuevo antecesor humano?

Dr. Raúl Esperante

Les presentamos a Ida

De vez en cuando, un fósil espectacular es presentado en los medios de comunicación, aunque generalmente nunca ocupando más espacio que las noticias más irrelevantes en otros aspectos. El día 19 de Mayo fue una de esas ocasiones, en la que el fósil de un pequeño lemur fue presentado con toda fanfarria en todos los medios de comunicación. Ida (de nombre científico Darwinius masillae),2 que así se llama la criatura (una hembra), ha sido convertida por los medios de comunicación en la estrella del Hollywood paleontológico, presentada al mundo entero por medio de una minuciosa y coordinada operación de marketing, en la que hasta el alcalde de Nueva York se dio cita para desvelarlo en el Museo Americano de Historia Natural. Al día siguiente, este pequeño fósil del tamaño de un gato, fue la estrella en uno de los principales programas de televisión matinales en EEUU, dio forma al nombre del buscador Google, y se convirtió en el tema de búsqueda más importante en la red de Internet. En los días siguientes, Ida apareció en la revista People (una revista de noticias del corazón), tenía su propia página de Internet,3 un libro escrito, y un documental filmado para varias cadenas de televisión. Mucho más que un fósil, Ida era un fenómeno de los medios de comunicación, aunque debido a su carácter más bien pétreo no podia comunicarse por si mismo.

Su descubridor, el paleontólogo noruego Jorn Hurum, también hizo gala de un extraordinario interés en vender su producto al declarar que (su) hallazgo “es como encontrar el Santo Grial para los paleontólogos”. “Es la octava maravilla del mundo, el primer eslabón hacia los seres humanos”, declaró con entusiasmo durante la rueda de prensa de la presentación.

 

Más allá de la noticia

Quizá no sea tanto así. Al menos eso es lo que piensan muchos paleontólogos especialistas en fósiles de primates y de humanos y otros expertos. La mayoría cree que Darwinius no es más que un fósil de lemur que presenta algunas variaciones morfológicas. Afortunadamente, un detallado artículo científico fue publicado al día siguiente de su presentación en sociedad, el cual revela los detalles técnicos que permiten una valoración más detalllada de la relevancia del fósil.2 El artículo, no la rueda de prensa, es lo que realmente abrió los ojos a los paleontólogos para darse cuenta de que el fósil no era realmente tan relevante como se lo presentaba en los medios de comunicación.

Darwinius es realmente un fósil extraordinario, pero no por su significado evolutivo, sino por su calidad de conservación. Los fósiles de primates son muy escasos, y eso los convierte en extremadamente valiosos. Darwinius no solo muestra los huesos bien fosilizados, sino también el contorno peludo de su cuerpo, así como restos de su última comida en el estómago.  Pero, ¿ es la excelente conservación de este fósil la razón principal para su lanzamiento estelar? No es así de simple, sino que hay otros motivos más complicados.

 

¿Qué es Ida?

Los científicos evolucionistas asumen que los humanos han evolucionado de primates más primitivos que vivieron muchos millones de años atrás, pero no se ponen de acuerdo en qué grupo de primates dio origen a los humanos y monos antropoides. Las propuestas se han centrado básicamente en tres grupos: los adápidos (un grupo extincto de primates como los lemures a los cuales pertenece Darwinius), los omómidos (un grupo extincto de primates parecidos a los tarsios) y los tarsios (primates con ojos muy grandes con representates vivos). A fin de resolver la cuestión de cual de estos grupos es el ancestro de los seres humanos, los paleontólogos se han fijado en ciertos detalles anatómicos para identificar qué grupos son los más cercanos y en la línea directa de la supesta genealogía evolutiva humana. Estas determinaciones se basan en la presuposición de que los caracteres compartidos por dos grupos indican un antepasado común con la exclusión de otros grupos. Algunos evolucionistas, incluyendo los autores del artículo sobre Darwinius, han defendido la idea de que los adápidos son los auténticos antepasados de los antropoides. Otros paleontólogos evolucionistas creen que los tarsios y los omómidos son los más cercanos a los antropoides, es decir, sus antepasados, conviertiendo a los primates adápidos (incluyendo Darwinius) en un grupo distante. En este contexto, ¿en dónde encaja Darwinius?

En realidad, la supuesta afinidad de Darwinius con los seres humanos es solo una interpretación. No cabe en esta revista analizar los detalles técnicos sobre este especimen, sin embargo diremos que según los autores del artículo, Darwinius presenta más características típicas de los antropoides que los tarsios y los omómidos.

 

Ida está de vuelta

Las supuestas afinidades con los antropoides se basan en pequeños detalles anatómicos, siendo los más significativos la morfología de la garra en el segundo dedo, la disposición de los dientes frontales y el parecido del hueso del talón en el tobillo con el de otros primates superiores (en los cuales incluyen al ser humano). Otros paleontólogos están en desacuerdo.2 Algunos científicos evolucionistas afirman que estos rasgos diferenciales han sido cuidadosamente elegidos para mostrar la supuesta relación evolutiva con los humanos, y otros rasgos que no concuerdan con esta interpretación han sido olvidados. Sin embargo, sus descubridores insisten en que este fósil es el eslabón perdido en la cadena evolutiva desde los primates inferiores y más primitivos a los antepasados de los humanos.  Hurum, el paleontólogo que hizo público este hallazgo, lo comparó con la Piedra Roseta en arqueología o la Mona Lisa. No obstante, la similitud de ciertos rasgos de Darwinius con los monos antropoides y los seres humanos no necesariamente sugiere que Darwinius fue un “puente” evolutivo on una especie intermedia. La similitud en rasgos anatómicos no necesariamente prueba la evolución.

Los autores del artículo indican que “Darwinius massillae, y los adápidos contemporáneos con los primitivos tarsios, podrían representar un grupo troncal del cual hubieran evolucionado más tarde los antropoides, pero no defendemos esta idea aquí, ni tampoco consideramos a Darwinius ni a los adápidos como antropoides”.3 Traducción: Darwinius podría ser el antepasado de los seres humanos, pero eso no es lo que decimos en nuestro artículo. Una honesta declaración. Pero en la conferencia de prensa, y en la página de Internet dedicada al fósil,4 los autores del artículo utilizan con frecuencia la expresión “el enlace perdido” para describir el fósil. Si Darwinius podría ser el antepasado de los seres humanos pero no lo es, ¿entonces cómo califica como ‘enlace perdido’? En su entusiasmo, los autores del artículo caen en una contradicción injustificada en sus declaraciones.

Los autores del artículo afirmaron en la rueda de prensa que Darwinius “no es un antepasado directo de los monos y humanos, pero proporciona una buena indicación de cómo sería tal antepasado”. Este es el tipo de argumentación a la que recurren los científicos evolucionistas cuando no saben qué decir: el especimen NO es un antepasado directo de los monos y los seres humanos, pero ayuda a iluminar la evolución del hombre. ¿Cómo puede ser esto? ¿Cómo puede ser que algo que no está directamente relacionado con los seres humanos pueda proporcionar información sobre la evolución de éstos, a menos que sea para decir que el especimen no sirve de nada para entender la evolución del hombre? Si solo sirve para eso, ¿es de mucha ayuda? Además, ¿cómo saben que aspecto tenía el antepasado humano si este fósil no está en la línea directa de los antepasados humanos?

 

Cuando las presuposiciones pesan demasiado

La teoría de la evolución propone que los seres humanos hemos venido de otros antepasados, así que los científicos evolucionistas se afanan en buscar candidatos que puedan encajar en sus presuposiciones y modelos. El problema es que el registro fósil es muy escaso y los pocos especímenes que aparecen no encajan en el modelo postulado. En su desesperación, algunos científicos han pensado que Darwinius encajaría bien en su modelo. Pero estaban equivocados. No solo hay discordancia sobre el valor de los rasgos analizados, sino que además no hay manera de saber si de hecho cualquier otro animal evolucionó a partir de éste en particular o no. La línea generacional es puramente especulativa.

La desesperación motivó a hacer evaluaciones exageradas de la importancia del hallazgo, algunas de ellas contradictorias. David Attenborough, el famoso presentador de documentales de la BBC, afirmó al poco de presentarse el fósil, “Tenemos el eslabón perdido; ya no está más perdido”. Su declaración solo sirve para admitir que los evolucionistas no tenían eslabones perdidos anteriormente y uno se pregunta por qué los evolucionistas están tan contentos ahora con este hallazgo cuando llevan años diciendo que tenían pruebas definitivas de la evolución. Si la teoría está tan solidamente fundamentada en el registro fósil, ¿por qué los evolucionistas se emocionan tanto con hallazgos como estos que pretenden demostrar lo que ya está demostrado? Quizá sea porque su teoría no está tan sólidamente demostrada como pretenden.

El Creyente Bíblico Examina a Darwinius

 

  • A pesar del sensacionalismo que ha rodeado el fósil, la afirmación de que Darwinius es un antepasado de los seres humanos no puede sostenerse. La conclusión de muchos científicos de que Darwinius es el antepasado de los seres humanos no está basada en sólidas evidencias. Los autores del artículo no hicieron un trabajo serio de análisis de las supuestas afinidades de este fósil con los seres humanos. Darwinius es simplemente un fósil de lemur excepcionalmente conservado.
  • Parrafraseando a Drew Zahn, toda esta promoción de Darwinius parece más un empuje ideológico que un avance de la ciencia.2
  • En medio de un gran debate sobre la validez de la teoría de la evolución en muchos círculos científicos y educativos, algunos científicos evolucionistas quieren anunciar que han hallado la prueba definitiva de la evolución de los seres humanos, pero van más allá de lo que los datos realmente muestran. Ante las críticas de sus propios colegas de profesión por el uso inadecuado de los medios de comunicación para el avance de sus ideas, Hurum, el descubridor del fósil, defendió la campaña publicitaria declarando al New York Times, “Las bandas de pop están haciendo lo mismo, los atletas están haciendo lo mismo. Tenemos que empezar a pensar de la misma manera en ciencia.” Un pobre argumento para un científico serio.
  • La fanfarria y la pompa con la que este fósil ha sido presentado al público solamente refleja la desesperación que tienen los científicos evolucionistas para encontrar algún argumento poderoso que pruebe su teoría. Estos científicos tienen tan poco que ofrecer a favor de su teoría, que un simple pequeño fósil que ‘podría ser pero que no es’ tiene que ser exprimido al máximo, hasta el punto de convertirlo en la “gran esperanza de la humanidad”. Con lo que no contaron los que lo anunciaron como la “octava maravilla de la humanidad” es que el público entendido sabe leer cuidadosamente un artículo científico y analizar el trasfondo de sus afirmaciones.  El hecho de que el púbico en general no se crea las cosas fácilmente hace que ciertos descubrimientos requieran grandes campañas publicitarias para abrirse camino (y justificar más dinero para investigación). Pero esto no convierte una idea en verdad.
  • Sin un creacionista hubiera hecho declaraciones semejantes en una orquestrada campaña publicitaria para promover una idea bíblica o contraria a la teoría de la evolución, habría sido objeto de burlas, rechazo y ridículo durante varias semanas, y muy probablemente despedido de su trabajo.
  • El mundo de la ciencia es mucho más subjetivo de lo que parece y está fuertemente influenciado por las presuposiciones y las ideas preconcebidas. Cada hallazgo debe ser encajado en el molde de la teoría de la evolución, aunque sea a costa del rigor científico.

 

Como cristianos debemos recibir con cautela las noticias científicas que parecen contradecir nuestra fe en la Escritura. Muchas veces, la audiencia (y los fósiles también) se convierte en víctimas de los medios sensacionalistas que valoran el tamaño de la audiencia por encima del rigor científico.