pregunta al científico Ciencia 84

EN ESTA SECCIÓN LOS INVESTIGADORES DEL GRI RESPONDEN A LAS PREGUNTAS DE LOS LECTORES SOBRE TEMAS RELACIONADOS CON ORÍGENES PERTENECIENTES A LOS DIFERENTES ÁMBITOS DE LA CIENCIA: BIOLOGÍA, GEOLOGÍA, PALEONTOLOGÍA, BIOQUÍMICA, GENÉTICA, MICROBIOLOGÍA, ETC. PUEDES ENVIARNOS TUS PREGUNTAS A TRAVÉS DE NUESTRA PÁGINA WEB:

PREGUNTA:

Puesto que algunas interpretaciones de la ciencia están en conflicto con los relatos de la Creación y el Diluvio, ¿deberíamos intentar acomodar la Biblia a lo que dice la ciencia?

La ciencia actual utiliza la similitud genética, morfológica y fisiológica entre los grandes simios y los seres humanos para afirmar que procedemos de un ancestro común, afirmación que se encuentra en clara contradición con el relato bíblico de la creación. Sucesión de cráneos de primates: (de izquierda a derecha) macaco, orangután, chimpancé,humano. Foto: Christopher Walsh

RESPUESTA:

A menudo las interpretaciones de la ciencia están en conflicto con la Biblia, especialmente en temas relacionados con orígenes. Esto es  a la vez inevitable y problemático. Es inevitable porque la ciencia excluye la posibilidad de actividad divina sin ni siquiera examinar la evidencia mientras que  la Biblia es un registro de actividad divina. No hay manera lógica para armonizar un sistema que excluye la actividad divina con un sistema que se basa en ella. Sin embargo, el mundo natural se podría estudiar también sin descartar a priori la posibilidad de intervención divina, tal como hacía la gran mayoría de los pioneros de la ciencia. Incluso desde este punto de vista, hay muchas observaciones en la naturaleza que resultan problemáticas a la luz del relato bíblico. Tenemos que admitir que no tenemos respuestas satisfactorias para muchas de las preguntas que se nos plantean, especialmente acerca de aspectos temporales de la historia de nuestro mundo. Nosotros aceptamos la narración bíblica por fe, una respuesta que Jesús aprobaba.

La elección del sistema de creencias al que uno se adhiere - la Biblia o la ciencia materialista - no es en sí misma una elección científica. Es una elección filosófica. Una vez que uno decide si acepta la Biblia u otro sistema de pensamiento, es cuando se perciben implicaciones de dicha decisión. En cualquier caso encontraremos tanto evidencias que apoyen nuestra postura como preguntas sin resolver. Podemos elegir con qué clase preguntas queremos vivir, pero no podemos elegir vivir sin dichas  preguntas porque éstas son inevitables.

Se me ocurren al menos tres razones por las cuales no deberíamos acomodar la Biblia a las interpretaciones de la ciencia.

En primer lugar, nuestra perspectiva religiosa se basa en la creencia en un Dios coherente e inmutable que se nos ha revelado en las Escrituras. Adoptar un punto de vista contradictorio a lo que la Biblia enseña implicaría rechazar la confiabilidad de dicha revelación y, en consecuencia, la confiabilidad de Dios.

Por el contrario, el conocimiento científico cambia con el tiempo. Los científicos consideran esto como una característica positiva y aceptan que su comprensión del mundo en un momento puntual es provisional e incompleta. Con suerte, nuevos descubrimientos darán lugar a una comprensión mejor y más exacta, aunque esto no ocurre siempre. A veces los nuevos descubrimientos sólo conducen a un callejón sin salida. En cualquier caso, las ideas científicas no son una base adecuada para una fe religiosa duradera.

En segundo lugar, la práctica de la ciencia contemporánea excluye la posibilidad de actividad divina incluso antes de examinar la evidencia. La ciencia actual se basa en el supuesto de que los seres humanos son, al menos potencialmente, capaces de descubrir la verdad sobre la naturaleza y su funcionamiento sin la necesidad de invocar procesos sobrenaturales. Este método funciona muy bien para los fenómenos que se rigen por leyes naturales conocidas (aunque una persona religiosa identificaría dichas leyes como una muestra de la coherencia con la que Dios gobierna el universo y no como una propiedad inherente de la materia).

El conocimiento científico adquirido siguiendo este método constituye la base de los maravillosos avances tecnológicos que disfrutamos en la actualidad. Sin embargo, si existiera un evento que hubiera sido realmente causado por Dios a través de un mecanismo diferente de las leyes ordinarias de la naturaleza, los científicos se verían obligados inevitablemente a inventar una explicación materialista que sería falsa. Esto no supone mucho problema para el desarrollo de la investigación científica ordinaria debido a la extraordinaria coherencia de Dios en el gobierno de la naturaleza. Sin embargo, cuando estudiamos temas relacionados con orígenes a menudo nos encontramos con acontecimientos fuera del alcance de nuestra experiencia, y que los científicos no han logrado explicar de forma consistente. Dos notables ejemplos son el origen del universo y el origen de la vida. Por todo lo dicho, no debería sorprendernos que la ciencia construya y defienda explicaciones erróneas en cuestiones de orígenes pero desde una perspectiva bíblica no podemos seguir a los científicos en esa dirección.

En tercer y último lugar, la historia nos ha proporcionado al menos dos ejemplos principales para ilustrar el daño que ha hecho al cristianismo el hecho de incorporar a su teología ideas ‘científicas’ que se consideraban  verdaderas en determinadas épocas pero que no se encontraban en la Biblia. Se trata de dos ideas incorporadas a la Iglesia Cristiana desde la filosofía griega: la concepción  de que la Tierra era el centro del universo, y la idea platónica de que las especies se basaban en tipos perfectos invariables que existían sólo en el mundo de las ideas.

En resumen, en caso de conflicto, no deberíamos forzar la Biblia para hacerla encajar con las afirmaciones de la ciencia, pero tampoco es aconsejable ignorar los datos científicos. En primer lugar, deberíamos asegurarnos de que las ideas que estamos adjudicando a la Biblia se encuentran efectivamente en ella, y a partir de ahí, continuar investigando concienzudamente y esperar con paciencia el resultado de nuevos estudios.