¡La vida es algo más que números enteros!

por Clyde L. Webster, Jr.
A lo largo de la historia el hombre racional ha usado, y sigue usando, observaciones de hechos concretos demostrables para llegar a entender lo abstracto e inalcanzable. Sólo necesitamos mirar a nuestro alrededor para darnos cuenta de que tal proceder es exitoso. Sin embargo, se impone una pregunta: ¿Existen límites a dicho éxito? ¿Es posible caracterizar adecuadamente el mundo físico solamente a base de funciones y modelos matemáticos? ¿Cuáles son las consecuencias para nuestra comprensión de la realidad si no cuestionamos la validez de dichos modelos? Muchos no sienten la necesidad de buscar más allá del aura del éxito científico. Es más, algunos incluso se oponen a la posibilidad de hacerlo porque lo consideran iconoclasta.
Una de las mayores fortalezas de la ciencia es precisamente la capacidad de tomar observaciones discretas del mundo físico y a partir de ellas, construir modelos funcionales del fenómeno bajo estudio. Utilizando estos modelos los científicos pueden predecir los resultados de nuevos experimentos. Sin embargo, aquí también subyace una de las mayores limitaciones de la ciencia. Cuando los científicos sólo disponen de observaciones muy limitadas porque el fenómeno a estudiar es un evento pasado no repetitivo, la fortaleza del método científico queda virtualmente neutralizada, no dejando más salida que la especulación.
Cuando existen limitaciones graves para la observación y la experimentación los científicos se ven obligados a basar sus investigaciones en suposiciones consensuadas, y a desarrollar sus modelos utilizando procesos similares que sí pueden ser estudiados. Este procedimiento supone un intento de alejarse de la especulación y aproximarse a la realidad. Para tratar de comprender lo desconocido y no comprobable los científicos se vuelven automáticamente hacia lo conocido y comprobable, y buscan en procesos naturales observables datos que puedan iluminar la cuestión que está siendo estudiada. Muy raramente en el ámbito científico, si es que sucede alguna vez, se vuelven los investigadores hacia lo sobrenatural o lo divino en busca de respuestas. Tomar esa actitud frente a cada interrogante aún no respondido sería, por definición, anticientífico y, de hacerlo, nos lanzaría de vuelta al oscurantismo. Esto, sin embargo, no excluye que algunos eventos sobrenaturales hayan realmente ocurrido, ni justifica calificar como anticientífica al tipo de investigación que, con sumo cuidado, incluya la posibilidad la intervención divina. El hecho de incluir o no la intervención divina como una hipótesis alternativa legítima depende en el fondo de la filosofía personal y la convicción propia del investigador.
Las conclusiones obtenidas en una investigación, especialmente en el área de las ciencias históricas, están fuertemente influenciadas por las suposiciones adoptadas previamente a la realización los estudios. Lógicamente, es razonable suponer que las conclusiones alcanzadas y las teorías derivadas de tal investigación estarán también influenciadas por la filosofía y las convicciones personales.
Es importante que científicos de filosofías y convicciones diferentes acepten que sus hipótesis y teorías están basadas en suposiciones y modelos simplificados, y por lo tanto no pueden representar adecuadamente la realidad. Además, los reflejos de la realidad obtenidos a partir de estos modelos pueden estar contaminados por prejuicios derivados del punto de vista personal del investigador.
Aclaremos el asunto con un ejemplo. Dos investigadores obtienen los siguientes datos y se les pide que a partir de los mismos desarrollen un modelo: 720, 2.00, 4.00, 9.92, 6.00, 8.00, 13.92, 10.00, 12.00 y 734.0. Después de un cuidadoso análisis, el primer investigador decide que algunos de los datos son inválidos, y rechaza las cifras 720, 9.92, 13.92 y 734. El razonamiento para dicha selección es que los dos valores más grandes se encuentran en el extremo de las mediciones y pueden ser descartados en base a la imprecisión, mientras que los otros dos son rechazados en base al ruido aleatorio. A continuación el primer investigador desarrolla el modelo F(n) = 2n, donde n es el conjunto de los números enteros positivos. El segundo investigador no encuentra justificación para eliminar ninguno de los datos, y desarrolla el modelo F(n) = 2n + (n-1)(n-2)(n-3)(n-4)(n-5)(n-6), donde n es el conjunto de los números desde 0 hasta 8, a intervalos de 0.5 unidades, con algunos datos ausentes.
¿Cuál de los dos modelos es incorrecto? En realidad, ¡ambos modelos son correctos! El modelo del primer investigador describe sencillamente un subconjunto del modelo del segundo investigador. La diferencia principal entre los dos modelos se debe a las distintas suposiciones iniciales de los investigadores.
 En la persecución del conocimiento y la verdad no se deberían forzar las cosas para que todas las respuestas se obtengan de un solo modelo. Si existen múltiples modelos para describir un mismo fenómeno, es más constructivo examinarlos detenidamente y evaluar los méritos y debilidades de cada uno, que aceptar o rechazar a prori uno de ellos en base a nuestras preferencias personales. La verdad es multifacética y presumiblemente incluye algo más que números enteros. Indiferente, la verdad resistirá la prueba del tiempo.