Humanos y Chimpancés son 99,4% Idénticos... ¿O No?

Foto izquierda: Raúl Esperante, Foto derecha: Frans de Waal, Fuente: Wikimedia Commons

Por Timothy G. Standish

Recientemente los autobuses urbanos de mi barrio aparecieron llevando un llamativo anuncio en sus laterales: en grandes letras proclamaban que los humanos y los chimpancés son idénticos en un 98%[1]. Cuando una campaña publicitaria utiliza datos estadísticos tan aparentemente precisos como este, las cifras se graban rápidamente en la mente de todo el público, desde los niños a los ancianos. Pero, ¿de de dónde salen esos datos? Y ¿qué significan realmente?

Muchos números, poca precisión

Incluso una revisión superficial de los porcentajes propuestos para la similitud entre seres humanos y chimpancés revela rápidamente que cualquier percepción de precisión es meramente ilusoria. El 98% aparece con frecuencia[2] pero así mismo lo hacen otras cifras. Por ejemplo, también aparece publicado el 99,4%, que suena más preciso y acerca aún más a chimpancés y humanos.[3]

Un artículo del año 2000 que comparó fragmentos del genoma de ambas especies sugirió que son idénticos en un 98,77%,[4] pero publicaciones posteriores redujeron la estimación a un 95%.[5] Cuando en 2005 se publicó el primer borrador más o menos completo del genoma del chimpancé, la conclusión fue que la similitud con el genoma humano era de un 96%. A pesar de que esa estimación era significativamente inferior que algunas anteriores, la cifra llevó al primatólogo Frans de Waal de la Universidad Emory a declarar: “Darwin no estaba siendo simplemente provocativo al afirmar que descendemos de los simios—se quedó corto. Somos simios en todo los aspectos, desde los largos brazos y la ausencia de cola hasta nuestros hábitos y temperamento.”[6] Hay quien afirma que Darwin nunca dijo que los humanos descienden de los simios pero eso no es cierto. En su libro The Descent of Man (El Origen del Hombre), Darwin dedica el capítulo 6 completo, titulado “Sobre las afinidades y la genealogía del hombre,” a construir el argumento de que los humanos somos primates y por lo tanto, igual que el resto de los primates, descendemos del ancestro común de todos los primates, que también era un primate.[7] Uno de los mayores partidarios de Darwin, Thomas Henry Huxley, había ya publicado ese argumento en 1863,[8] solo cuatro años después de la publicación de El Origen de las Especies y mucho antes de que Darwin publicara El Origen del Hombre.

“Homología”, darwinismo y creación

Dentro del marco del pensamiento darwinista las similitudes entre los organismos, a menudo llamadas homologías, se usan como evidencia de un ancestro común. Así, dos organismos que tienen más cosas en común entre ellos que con un tercero son considerados como parientes más cercanos (con un ancestro común más reciente). Por ejemplo, las ranas y las vacas tienen ojos tipo cámara, cuatro patas y otros muchos rasgos en común de los que carecen las lombrices de tierra. Entonces, según el razonamiento darwinista, las ranas y las vacas tienen un ancestro común más reciente que cualquiera de ellas con las lombrices. Cuando hablamos de ADN, la lógica es la misma: el hecho de que los chimpancés y los humanos tengan más similitud en sus secuencias de ADN que cualquiera de ellos con otros organismos se considera una confirmación poderosa de las ideas de Darwin. Pero resulta que el ADN añade un aspecto importante al tema: se trata del material genético que pasa de padres a hijos. Visto desde una perspectiva creacionista la similitud entre el ADN de humanos y chimpancés no es en absoluto sorprendente. De todos los animales, los chimpancés y los gorilas son claramente los que más se parecen a los humanos. Resultaría realmente extraño descubrir que el Creador regresó a la pizarra e inventó un código completamente diferente para los chimpancés. Eso sería ilógico, algo así como sabiendo lo parecidos que son el Toyota Camry y el Toyota Corolla, predecir que los planos de ambos vehículos deben ser completamente diferentes. Los simios se parecen más a los humanos que las vacas porque, entre otras cosas, su ADN es más parecido al de los humanos que el de las vacas. Así pues, la similitud entre el ADN de humanos y chimpancés es exactamente la que tanto evolucionistas como creacionistas esperarían, pero algunos darwinistas actúan como si de algún modo, esa similitud fuera una prueba a favor de la evolución darwiniana y en contra de la creación bíblica.

Pequeños cambios, grandes diferencias

Aunque la analogía del ADN con el lenguaje no es perfecta, existe suficiente parecido en la forma como el ADN y el alfabeto español codifican información para poder ilustrar con ejemplos de oraciones los problemas inherentes a la medición de cuán similares son dos secuencias de ADN. Recordemos que el ADN se escribe con “letras moleculares” llamadas bases. En el alfabeto del ADN solo hay 4 letras, que se abrevian como A, T, G and C. Ahora, imaginemos dos secuencias de ADN:


1 GAATGC

2TAATGA

Hay un total de seis letras en cada secuencia, y las secuencias 1 y 2 sólo difieren en dos bases, la primera y la última. Si comparamos solo el número de letras en común, estas secuencias serían idénticas en 2/3, o en un 67 %. Un ejemplo similar en español son las palabras “pan” y “van”, que también son idénticas en un 67 % si sólo consideramos sus letras, pero cuyos significados son completamente diferentes. En el ejemplo anterior, si esas dos secuencias de ADN fueran parte de un gen que codifica para una proteína, sus significados serían completamente distintos. En la codificación de proteínas, el ADN usa palabras llamadas codones; todos los codones tienen tres letras de longitud. Cada codón codifica para un aminoácido (las proteínas son cadenas de aminoácidos en un orden específico, unidos por enlaces peptídicos). En este caso particular, GAA en la secuencia 1 significa el aminoácido ácido glutámico (glutamato) y TGC[9] significa un aminoácido muy distinto llamado cisteína. Los codones de la segunda secuencia, TAA and TGA, aunque solo difieren en una base cada uno con respecto a los codones presentes en la secuencia 1, tienen significados completamente distintos. De hecho, no codifican para ningún aminoácido. Estos codones se llaman codones de finalización porque corresponden a los puntos de final de oración, señalando donde termina la secuencia codificante de una proteína. Como hemos podido comprobar, igual que sucede con muchos idiomas, cambios relativamente pequeños en el ADN pueden implicar grandes diferencias. A veces simplemente cambiando una letra de sitio en una palabra el resultado es completamente diferente. En el ADN los codones GGU y UGG codifican aminoácidos pero el primero codifica para el aminoácido más simple, glicina, mientras que el segundo codifica para triptófano, uno de los aminoácidos más grandes y complejos. Un ejemplo en español sería desplazar la letra “c” de la palabra “creación”, dando lugar a una palabra con un significado completamente diferente: “reacción”. Veamos un ejemplo de dos secuencias de ADN que difieren en menos de un 1% y dan lugar a productos muy diferentes:

En cada una de estas secuencias hay 444 bases y sólo se diferencian en una, situada en la posición 20 y señalada en negrita.[10] Así, la diferencia entre estas secuencias es de un 0,225 % y por lo tanto son idénticas en un 99,775%. A pesar de eso la primera secuencia codifica una de las proteínas normales de la hemoglobina humana mientras que la segunda codifica una proteína anormal que provoca anemia falciforme, una grave enfermedad genética.[11] Aunque no todos los cambios de esa magnitud tienen un impacto tan grande (de hecho el código genético está diseñado de una manera brillante que permite minimizar el impacto de pequeños cambios como éste), esta ilustración muestra que diferencias muy pequeñas en la secuencia genética pueden repercutir, y de hecho lo hacen, en diferencias notables en los organismos.

Foto: USAID. Fuente: Wikimedia Commons

Cuantificando semejanzas y diferencias

Cuando comparamos libros, estos pueden contener muchas palabras en común pero transmitir mensajes muy diferentes. Cuando comparamos organismos, los codones individuales que codifican para aminoácidos pueden ser iguales y aún así dar lugar a organismos distintos. Algo muy importante a tener en cuenta cuando se comparan secuencias de ADN es la longitud de dichas secuencias, así como el “tipo” de ADN al que corresponden. Aunque la creencia general es que la misión principal del ADN es codificar proteínas, lo cierto es que sólo un 3 % del ADN humano tiene esa función. En el pasado se pensaba que el 97% restante eran residuos del proceso evolutivo – básicamente ADN “basura” afuncional. Más recientemente se ha descubierto que una gran parte de ese ADN no codificante sirve para regular la producción de proteínas por parte de las regiones codificantes y que algunas secuencias participan en otras funciones vitales.[12] Dentro del genoma de humanos y chimpancés mucho de este ADN no codificante se encuentra en forma de secuencias repetitivas. La importancia de este tipo de secuencias es difícil de evaluar ya que presentan desafíos importantes a las técnicas modernas de secuenciación. Así, aunque decimos que el genoma humano se ha secuenciado completamente, en realidad no se ha secuenciado al 100%.Las secuencias repetitivas son difíciles de secuenciar y como se ha asumido que son poco importantes, éstas se han ignorado en algunos cálculos. Por ejemplo, en los estudios que dieron una similitud del 98 % entre humanos y chimpancés, el ADN repetitivo se eliminó antes de hacer la comparación.[13] Esto es más o menos análogo a comparar las palabras de dos libros después de eliminar las palabras más frecuentes en español, algo que evidentemente podría causar un sesgo importante en cualquier comparación estadística. En el caso de las comparaciones entre genomas, esta práctica podría haber aumentado la aparente similitud, ya que las regiones codificantes de ADN suelen ser más similares entre distintos organismos que las regiones no codificantes. Un aspecto que complica aún más las cosas cuando se realizan comparaciones entre genomas de diferentes organismos es que las diferencias no parecen estar distribuidas al azar sino concentradas en determinadas regiones. Por ejemplo, el genoma de humanos y chimpancés presenta tal variación en la forma como están distribuidas las diferencias que se ha sugerido que estos organismos evolucionaron separadamente hasta convertirse en especies diferentes, que estuvieron separadas durante varios millones de años, que hace aproximadamente 6,3 millones de años se juntaron de nuevo,[14] y que después se volvieron a separar.[15] Esta variación en la cantidad de diferencias no se observa sólo a nivel del ADN en general sino también en genes específicos que codifican proteínas específicas. Por ejemplo, se sabe que numerosos genes que afectan el desarrollo del sistema nervioso son más distintos entre sí que el promedio de las diferencias entre humanos y chimpancés. Los darwinistas atribuyen esto a que dichos genes han sufrido “selección positiva”,[16] pero no está claro por qué la selección positiva afectaría a los genes relacionados con la inteligencia en los antepasados de los humanos y no en los antepasados de los chimpancés. Es difícil imaginar que la inteligencia fuera adaptativa sólo para los humanos y sus ancestros. Por otro lado, las variaciones en el grado de diferencia entre los genomas no se observan únicamente en genes individuales o en partes de algunos cromosomas. La diferencia entre los cromosomas X de humanos y chimpancés es sorprendentemente pequeña si la comparamos con las diferencias que existen entre otros cromosomas y el mecanismo por el cual la selección natural podría causar algo así no resulta obvio, por lo que es necesario inventar retorcidas historias ad hoc para hacer encajar esta observación con las expectativas darwinianas.¿Cómo se puede realmente determinar si dos secuencias genéticas son esencialmente iguales o totalmente diferentes? Parece obvio que a la hora de establecer la similitud o diferencia entre dos documentos, fijarse solamente en las letras individuales resultaría de poca utilidad. Las mismas letras del alfabeto se usan para escribir la Biblia Reina Valera y El Origen de las Especies. En el caso del ADN, las mismas bases que codifican la información genética en los seres humanos codifican igualmente la información de las diminutas bacterias E. coli que viven en el interior de nuestro intestino.

Dado el parecido físico entre chimpancés y humanos, un alto porcentaje de semejanza entre las dos especies es de esperar tanto desde la perspectiva evolucionista como desde la perspectiva de diseño común. Las notables diferencias, sin embargo, son más difíciles de explicar desde el punto de vista evolucionista. Foto: Thomas Lersch, Fuente: Wikimedia Commons.

Construir cosas diferentes utilizando partes similares

Existe una diferencia profunda en la forma cómo funcionan los genomas de humanos y chimpancés, y ésa puede ser la causa principal de por qué no producen organismos idénticos. Comprender esto requiere entender el papel de las proteínas en los seres vivos de una manera ligeramente distinta. El ADN codifica proteínas de forma parecida a como un libro de instrucciones define el tipo de tornillos y otros componentes que deben usarse en una máquina.

Foto: Raúl Esperante

Los mismos componentes se pueden combinar de maneras muy diferentes para fabricar distintos tipos de máquinas. Por ejemplo, si se perdiera el tornillo que mantiene unidas las dos partes de unas tijeras sería posible remplazarlo por otro tipo de tornillo. También es posible desmontar una máquina y usar sus partes, u otras muy similares, para fabricar un aparato completamente distinto. Por ejemplo, la ballesta de un automóvil, junto con algunos cables y tornillos, se podría usar para fabricar un arma (también llamada ballesta) funcional. ¿Qué tiene todo esto que ver con el genoma de humanos y chimpancés? Aunque resulta tentador atribuir las diferencias entre humanos y chimpancés a la diferencia entre sus respectivas proteínas, lo más probable es que las principales diferencias se deban a la manera como esas proteínas se combinan y se usan para dar lugar a los dos tipos de organismos. Esto es exactamente lo que se observa cuando se producen proteínas individuales a partir de información procedente del genoma de humanos o de chimpancés. Resulta que los genes se expresan de maneras muy diferentes en los diferentes primates, incluyendo humanos y chimpancés. Estas diferencias en la expresión génica parecen estar relacionadas con un subtipo de proteínas llamadas “factores de transcripción.”[17] No debería sorprendernos el hecho de que los darwinistas atribuyan estas diferencias a la “selección positiva”.

No se trata solamente de que las proteínas se combinen de maneras diferentes para dar lugar a distintos tipos de criaturas; en el caso de humanos y chimpancés los genomas en sí mismos están organizados de manera diferente. Por ejemplo, durante la reproducción sexual, el ADN de los padres se mezcla de manera parecida a como se barajan las cartas para dar lugar a cromosomas únicos que pasaran a formar parte de los espermatozoides y los óvulos, y finalmente pasarán a la descendencia de la pareja. Cuando esto ocurre el ADN tiene que físicamente romperse en fragmentos y volver a unirse después. Se trata de un proceso complejo que no ocurre en cualquier localización al azar. Los lugares de corte que dan lugar a nuevas combinaciones de genes (recombinación) son distintos en los cromosomas de chimpancé y en los cromosomas humanos.[18]

Foto: Kabir Bakie, Fuente: Wikimedia Commons

El significado de los porcentajes: una cuestión de escala

¿Qué significa realmente una similaridad del 99%? Este artículo explica en detalle por qué el porcentaje de similaridad entre el ADN de dos especies no es una buena medida de cuan similares o diferentes son dichas especies en realidad.

A continuación presentamos algunos de los porcentajes de similaridad que han sido publicados tras comparar el ADN humano con el de otras especies:

  • -  Gato 90%

  • -  Vaca 80%

  • -  Ratón 75%

  • -  Gallina 60%

  • -  Mosca 60%

  • -  Banana 50-60%

     

Si tenemos en cuenta que más de la mitad de nuestro ADN se encuentra también en seres tan diferentes a nosotros como una gallina, una mosca e incluso una fruta, no debería sorprendernos que en los mamíferos, cuya morfología y fisiología son mucho más parecidas a la humana, se encuentren porcentajes de similaridad muy elevados.

Resumen y advertencia

Así pues, ¿somos los seres humanos y los chimpancés básicamente idénticos? La respuesta dependerá en gran manera de las premisas filosóficas de quien se plantea la pregunta. Los porcentajes publicados respecto a la similitud entre los genomas de humanos y chimpancés carecen de precisión. Además, la forma en el que se interpretan los genomas impacta de manera profunda las conclusiones a las que se llega. Por último, la forma en la que la información codificada en el ADN se traduce en forma de proteínas y finalmente en seres vivos es muy diferente entre humanos y simios. Si se desea, se puede construir un argumento sólido destacando las profundas diferencias que existen entre el ADN de humanos y chimpancés. Por otro lado, es importante destacar que a medida que se publican más estudios sobre este tema, las diferencias parecen ser más importantes de lo que se creía hace apenas unos años. Sería absurdo, sin embargo, sugerir que los chimpancés no son más similares a los seres humanos que las ranas, los peces, las moscas o los pinzones. En cualquier conjunto de cosas, o de criaturas, algunas deben tener más aspectos en común que otras. La pregunta importante es qué conclusión debemos sacar de la presencia de tales similitudes y diferencias. Hay otro aspecto que debería servir como advertencia para todos aquellos que se precipitan en extraer y proclamar conclusiones favorables a su postura. Se trata de la manera imprudente en la que tanto darwinistas como creacionistas han usado los datos para defender sus ideas en el pasado. Por ejemplo, Uriah Smith afirmó en la portada de la Review and Herald que “Los naturalistas afirman que la línea que separa las razas humana y animal es imprecisa. Según ellos es imposible delimitar de manera precisa donde acaba lo humano y empieza lo animal.”[19] Esta línea de razonamiento se puede encontrar también en afirmaciones posteriores como ésta de Dores Robinson, ayudante de Ellen G. White, quien escribió, “Cualquiera que observe al chimpancé, al gorila o al orangután no encuentra dificultad en creer que tengan un antepasado común con la raza humana . . Resulta bastante más razonable creer que los simios descienden del hombre. . .”[20] Por otro lado, al menos un darwinista, basándose en su comprensión del 98% de similitud, ha propuesto la espeluznante posibilidad de crear quimeras humano-chimpancé, “porque en estos días oscuros de anti-evolucionismo ignorante, con fundamentalistas religiosos ocupando la Casa Blanca, controlando el congreso e intentando tergiversar la enseñanza de la ciencia en nuestras escuelas, una dosis potente de realidad biológica resultaría de hecho saludable. Y ese es precisamente el mensaje que quimeras, híbridos o clones mixtos de ambas especies transmitirían de manera poderosa.”[21] La Biblia es explícita acerca del lugar especial que ocupa la humanidad en la creación, “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.”[22] A causa de su propia naturaleza y porque “ahora vemos por espejo, oscuramente”[23], la ciencia no puede darnos respuestas definitivas acerca de la naturaleza de la humanidad, ya que sus conclusiones son siempre provisionales y sujetas al filtro filosófico a través del cual se observan los datos. A pesar de esas limitaciones es interesante destacar que existe una tendencia, evidente en numerosas áreas científicas de vanguardia: a medida que aumenta el conocimiento y se acumulan nuevos datos, las audaces afirmaciones del pasado que parecían contradecir la visión bíblica se están empezando a cuestionar mientras que las ideas consistentes con la visión bíblica parecen cada vez más sostenibles. ♦

NOTAS Y REFERENCIAS

[1] Este porcentaje se repite en numerosos lugares incluyendo la página web del Zoo de San Diego: http://www.sandiegozoo.org/animalbytes/t-chimpanzee.html.

[2] Otro ejemplo en: Marks J. 2002. What It Means to Be 98% Chimpanzee: Apes, People, and Their Genes. University of California Press, Berkeley. 325 pages.

[3] Wildman DE, Uddin M, Liu G, Grossman LI, Goodman M. 2003. Implications of natural selection in shaping 99.4% nonsynonymous DNA identity between humans and chimpanzees: Enlarging genus Homo. Proceedings of the National Academy of Sciences 100:7181-7188.

[4] Fujiyama A, Watanabe A, Toyoda A, Taylor TD, Itoh T, Tsai S-F, Park H-S, Yaspo M-L, Lehrach H, Chen Z, Fu G, Saitou N, Osoegawa K, de Jong PJ, SutoY, Hattori M, Sakaki1 Y. 2000. Construction and Analysis of a Human-Chimpanzee Comparative Clone Map. Science 295:313-134.

[5] Britten, R.J. 2002. Divergence between samples of chimpanzee and human DNA sequences is 5% counting indels. Proceedings National Academy Science 99:13633-13635.

[6] La página web de National Geographic cita a Frans de Waal en: http://news.nationalgeographic.com/news/2005/08/0831_050831_ chimp_genes.html.

[7] Esta cita del capítulo 6 de El Origen del Hombre (The Decent of Man) resume el argumento: “Si se admite que los simios antropomorfos forman un subgrupo natural, entonces como el ser humano coincide con ellos, no sólo en todas las características que tienen en común con los catarrinos [simios del Viejo Mundo], sino también en otras específicas, como la ausencia de cola y de callosidades, y en la apariencia general, podemos entonces inferir que algún miembro antiguo del subgrupo antropomorfo dio lugar a la humanidad. No es probable que, a través de la ley de variación análoga, un miembro de uno de los subgrupos inferiores diera lugar a una criatura humanoide que fuera similar a los simios antropomorfos superiores en tantos aspectos. No hay duda que, comparado con muchos de sus parientes, el hombre ha sufrido una extraordinaria cantidad de modificaciones, principalmente como consecuencia del gran desarrollo de su cerebro y su posición erguida; aun así, deberíamos ser conscientes de que no es más que uno de entre varios tipos excepcionales de primate.”

[8] Huxley TH. 1863. Evidence as to Man's Place in Nature.

[9] Con el fin de ser coherentes y para evitar confusión: este artículo habla de ADN pero hay que tener en cuenta que el ADN se traduce en forma de proteínas usando copias de ARN. El ARN contiene uracilo (U) en lugar de timina (T), así que en la copia de ARN, el codón sería UGC en lugar de TGC. Los codones de la secuencia 2 se leerían en el ARN como UAA y UGA y no como TAA y TGA.

[10] La proteína beta globina normal madura empieza con el aminoácido valina. El aminoácido alterado en la beta globina S es el que se encuentra en la sexta posición, ácido glutámico en la proteína normal pero valina en la proteína mutada. El primer aminoácido codificado en las secuencias presentadas es metionina pero éste se elimina durante el proceso de formación de la proteína madura.

[11] La anemia falciforme tiene una gran incidencia en poblaciones de África ecuatorial y sus descendientes. En los individuos que padecen la enfermedad, los glóbulos rojos de la sangre se alargan debido a la polimerización de la hemoglobina cuando pierde oxígeno. Estas células con forma de hoz bloquean los vasos sanguíneos y se rompen con facilidad, provocando daños en los órganos y anemia crónica.

[12] Standish TG. 2002. Rushing to judgment: Functionality in noncoding or “junk” DNA. Origins 53:7-30.

[13] Sibley CG, Ahlquist JE (1984) The phylogeny of the hominoid primates, as indicated by DNA-DNA hybridization. Journal of Molecular Evolution 20:2-15. Ver también: Sibley CG, Ahlquist JE. 1987. DNA hybridization evidence of hominoid phylogeny: Results from an expanded data set. Journal of Molecular Evolution 26:99-121. Es importante destacar que el trabajo de Sibley y Ahlquist, a pesar de que se cita con frecuencia y que es la posible fuente del 98 % de similitud, es controvertido debido a una supuesta manipulación de los datos. Ver http://personal.uncc.edu/jmarks/DNAHYB/dnahyb2.html.

[14] Estas son las edades que se usan convencionalmente y se presentan para ilustrar el argumento, pero en ningún caso para apoyar la idea de que la vida en la Tierra tiene millones de años.

[15] Patterson N, Richter DJ, Gnerre S, Lander ES, Reich D. 2006. Genetic evidence for complex speciation of humans and chimpanzees. Nature 441:1103-1108.

[16] Ponting C, Jackson AP. 2005. Evolution of primary microcephaly genes and the enlargement of primate brains. Current Opinion in Genetics & Development 15:241–248.

[17] Gilad Y, Oshlack A, Smyth GK, Speed TP, White KP. 2006. Expression profiling in primates reveals a rapid evolution of human transcription factors. Nature 440:242-245.

[18] Winckler W, Myers SR, Richter DJ, Onofrio RC, McDonald GJ, Bontrop RE, McVean GAT, Gabriel SB, Reich D, Donnelly P, Altshuler D. 2005. Comparison of Fine-Scale Recombination Rates in Humans and Chimpanzees. Science 308:107-111.

[19] Uriah Smith, “The Visions---Objections Answered: Obj. 37,” Advent Review and Sabbath Herald 28(9) (July 31, 1866):65, 66.

[20] Robinson DE. 1931. Amalgamation Versus Evolution. Elmshaven, St. Helena, California. White Document File 316, Heritage Room, Loma Linda University.

[21] By David P. Barash DP. 2006. When Man Mated Monkey. July 17, 2006, Los Angeles Times. http://www.latimes.com/news/opinion/la-oe-barash17jul17,0,1775276.story? coll=la-opinion-rightrail.

[22] Génesis 1:27 (Reina Valera 1995).

[23] I Corintios 13:12 (Reina Valera 1995).

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